miércoles, 12 de mayo de 2010

Guerra de Arauco: Desarrollo del conflicto



Fase Incial, la guerra activa
(1553-1612)

Tras la muerte de Valdivia, el plan español siguió, en general, las mismas líneas trazadas por el fundador de la colonia. Se persiguió duramente a los indígenas, quemando sus casa y campos, robando lo útil, como provisiones y armas. Se instalaron, además, fuertes y ciudades en lo profundo del territorio mapuche, pensando así dispersar y debilitar la influencia mapuche a lo largo de la zona. Las campañas del General Pedro de Villagra y García Hurtado se destacan de esta inicial estrategia expansionista española.

Por otro lado, justificaciones y acusaciones a nivel teórico abundaban entre los letrados y religiosos del Perú y la misma España. Sus posturas, ya sean jurídicas, religiosas, o una combinación de ambas, se publicaban bajo la clasificación de pareceres, que consistían en informes que, basándose en hechos ocurridos en el campo de batalla y bases morales-religiosas católicas españolas, para emitir conclusiones en pro o contra del entonces actual sistema. La diversidad de opiniones en relación a las tres problemas existentes (legitimidad de la guerra, de la encomienda, y de la esclavización de los prisioneros de guerra) creó una confusión tal, que después de muchos fluctuaciones de una postura a otra, los militares terminaron por regirse por los factores puramente estratégicos y de peso político militar.

Mientras tanto, las represiones continuaban con altibajos en ambos lados, pero con una tendencia general en que desde Villagra hasta Bravo de Saravia (1568) consistió en el fuerte contraataque español saliendo de la contracción debido a la aplastante inferioridad numérica del comienzo; luego habría una época de hegemonía española entre los años 1575 y 1590.

Nos detendremos brevemente para analizar las causas del término de ésta época, cuya importancia radica en que fue un patrón común al resto de los decaimientos del predominio español. Los principales serían:

· el acostumbramiento de los indígenas a las nuevas armas españolas (caballo, cañones, escopetas) e incluso la creación de adecuados contraestrategias a estas armas.

· la aparición periódica de líderes indígenas provistos de carisma y genio militar, como fueron Lautaro, Caupolicán, o Alejo (éste durante la tercera fase)

· la gradual adaptación de los refuerzos españoles hacia la actividad colonizadora, perdiéndose así el potencial bélico basado en el número.

De este modo ambos lados continuarían en su pugnas, uno por defender su terriotorio, y el otro por obtener control y beneficio económico sobre la tierra. Las manifestaciones bélicas no terminarían hasta el inicio de una nueva política española.

Fase defensiva, la guerra pasiva (-1625)

La nueva estrategia, reclamada desde hacía tiempo por pacificadores, principalmente por religiosos conscientes de los daños inhumanos causados por los guerreros y los móviles de los mercaderes codiciosos, fue dada forma concreta finalmente por el jesuita Luis de Valdivia.

Él había trabajado en Chile en actividades misioneras durante diez años, luego volvió a Perú y comenzó a promover una campaña pacifista con respecto a la guerra de Arauco. Anteriormente ya había probado un intento fallido de política pacificadora (1605-16010), lo cual no había aminorado su fervor pacifista. Su postura fue ampliamente aceptada entre intelectuales y religiosos locales, y el nombramiento de Alonso de Ribera, en igualdad de postura con Luis, aceleró la pauta neutralizadora.

La propuesta de Luis de Valdivia resultó ser inesperadamente eficiente. Probablemente agotados de duras campañas defensivas y agresivas, los líderes mapuches recibieron con benevolencia a los mensajeros e ideas de Luis de Valdivia, quien también vió con satisfacción cómo muchos indígenas eran predicados y bautizados.

Lamentablemente, tal estado de las cosas no duró mucho tiempo. Un pequeño suceso, a manos de un español que robó tres esposas de un cacique, despertó la ira de toda la comunidad mapuche. El malentendido fue rápidamente excusado, pero Luis de Valdivia pasó difíciles momentos reafirmando su postura frente a la opinión bélica, reavivada por los acontecimientos ocurridos. Años más tarde, al subir al trono el nuevo rey, Felipe IV, la política tomó un nuevo giro y la guerra se desató otra vez.

Fase activa, período intermedio entre las dos paces. (-1639)

Este período fue simplemente una época más de interrupción de la paz, diferenciado por ser más larga que las otras, y por otro decreto de gran significado simbólico: la restauración de la esclavidad.

En las campañas no se observaron mayores elementos novedosos, se mantuvieron durante todo el proceso los típicos avances y retrocesos por parte de ambos contendientes.

Fase diplomática, los parlamentos (-1655)

El nuevo gobernador de Chile, Marqués de Baides (1639), inició una nueva política de pacificación basada en las reglas araucanas, llamadas parlamentos. Éstas consistían en una reunión de tipo social entre la clase gobernante de ambos lados, en algún lugar neutral (aunque de todos modos todo el ambiente quedaba más bajo la influencia mapuche que española). Los acuerdos de paz, fácilmente obtenidos por la generosa cesión de los españoles, eran celebrados con abundante bebida y largas fiestas.

Este nuevo giro de la guerra indica ya que los españoles reconocían irracional continuar una guerra que no les aportaban mayores beneficios, como pronto se darían cuenta también los mapuches. Los intercambios comerciales con los indígenas, mientras tanto, aumentaba.

Fase de mantención, la guerra permanente (-1750)

Nuevamente, motivados por torpezas de parte de españoles colonos, los mapuches se rebelaron en masas. Aunque la tenacidad de los guerreros indígenas ya no tenía la fiereza de antes, el sur, ya habituado a la paz, se vio seriamente amenzada.

Una vez controlado todo el movimiento, se sucedieron períodos alternados de paz y guerra. Pero la gravedad de la situación fue escasa, y la frecuencia con que los mapuches se levantaban en masa fue decayendo con el pasar del tiempo. El enfrentamiento se hizo nivelado y ligero; a esto podemos atribuir las siguientes posibles causas:

· la postura española, que estabilizó técnica y financieramente el ejército permanente, creando así una balanceada línea de defensa, que los mapuches, una vez comprendido el alcance de sus fuerzas, no se atrevieron a irrumpir.

· el decaimiento de la moral del pueblo mapuche, que comenzaba a hundirse en el vicio del alcoholismo, resultado de la intensa actividad comercial española-mapuche.

· la gradual pérdida de su identidad como pueblo, al iniciarse el predominio de la población mestiza.

· la abolición de la esclavitud, decretada nuevamente en 1674, que eliminaba los intereses comerciales involucrados en el encuentro.

A juzgar por las actividades militares de los mapuches durante el resto de la colonia, es posible afirmar que la región prácticamente quedó pacificada, aunque no se haya firmado una paz oficial. Dicha paz llegó a firmarse tras la emancipación de Chile, en 1882.





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